Curate, connect, and discover
Oh God, tiene mucho que no escribo pero okey, aquí vamos.
Soy consciente que cada persona tiene su proceso de superación y que el olvido es tan raro que puede llegar en meses o en años. Sacarte de mi ser no está siendo fácil y wow, me sorprende la montaña rusa de emociones que soy día a día, hay días en los que no te pienso ni un poco y otros donde hasta en mis sueños estás presente. No te culpo ni juzgo por salir adelante tan rápido, lo cierto es que siempre hemos sido distintos y se sabe que yo soy más sentimental que tú; quiero pensar que influye el hecho de que fuiste el primero en muchas cosas, entramos en la vida del otro de una manera muy bonita y el cambio tan abrupto me lastima mucho.
A este punto mi cerebro ya se atrofió y pese a que tengo mil sentimientos por plasmarte aquí, ya no sé cómo sacarlos, así que perdóname por dejar esto a medias.
Te ama porque no sabe cómo dejar de hacerlo, Mxd.
Cuando me miras así...
Blade, jugando al muerto. Por Tim Bowler.
Hombre en el umbral
Con la sensación del agua tibia deslizándose sobre su piel, la mujer, desnuda, sale del baño y frente al tocador se contempla, se reconoce bella, esplendida en su desnudez.
El hombre, parado en el umbral, la mira.
Ella se perfuma y un aroma de selva llena la habitación; cada movimiento de su mano entreabre su cuerpo, insinúa lo que viene. Los senos firmes sienten la caricia y se impacientan. Como para distraerse peina el ondulado manantial que llega a su cintura; de sus ojos azules brota el oscuro fuego que la embraga.
El hombre, parado en el umbral, la mira.
Ya vestida, su desnudez es mayor. Bajo la bata ceñida sus caderas auguran abismos. Sin prisa, se prepara una bebida, mira el reloj y en el lecho se abandona.
Es bella, piensa el hombre, y es mi esposa.
Una vez más vuelve a sentir el deseo pertinaz de ponérsela. En ese momento, alguien entra a la casa, la mujer sonríe complacida. “Tiene llave propia“, piensa el hombre y lo ve subir, la ve arrojarse en brazos del intruso.
El hombre, parado en el umbral, la mira, los mira, y nuevamente maldice su condición de fantasma.
Carlos Castillo Quintero